Secretos. Capítulo 2. La Visión de Adelaida
/0 Comentarios/en Novelas, Secretos /por Bloodybunny13Y la curiosidad la traicionó, como nos acaba traicionando a todos. Es una asesina silenciosa, que cuando menos te lo esperas ataca. Y solo una semilla pequeña e insignificante es necesaria para que florezca y eche raíces fuertes en nuestro interior. Un ruido en la noche, quizá una puerta que se abre y se cierra, y ya está dentro de ti. Y crecerá y crecerá, hasta que te controle del todo. Ya no eres tú, es tu reflejo. Tu cuerpo caminando solo hacia el abismo con una sonrisa maligna en la cara.
Cuando la semilla de la curiosidad cae en tu corazón… Estás muerto sin saberlo.
CAPÍTULO 2: LA VISIÓN DE ADELAIDA
Ya era verano de nuevo. Siempre me sorprendía lo rápido que pasaba el año en esta morada tan llena de secretos, tan llena de recuerdos. Un día era invierno. Frío y solitario. Con sus noches cortas y oscuras, iluminadas por la luz de la luna llena y el calor de la lumbre chisporroteando, proyectando sombras en cada ángulo de mi hogar. Y cuando llovía, podía ver a los fantasmas danzar a su compás. Cogidos de la mano y riendo por lo bajo, me hacían sentir que no estaba sola del todo. Y en esas noches heladas y sin luz, me sentaba a oscuras en mi piano; a veces para tocar tristes melodías que acompañaran su eterno baile y otras… Otras, simplemente me quedaba allí. En silencio. Escuchando. Hasta que mis ojos también llovían sobre las teclas blancas y negras. Una lluvia ácida, que corroía mi alma y hacía que los espectros dejasen de bailar, para llorar conmigo. Y pronto las paredes chorreaban agua y el suelo se encharcaba; del techo frías gotas caían en picado. Primero una o dos, luego todo un aguacero. Sentía mis ropas empapadas pegarse a mi piel y el frío calar mis viejos huesos. En esos momentos de desesperación, viendo a mi alrededor las caras largas y deformadas de los espíritus, que parecían derretirse fundiéndose con el agua, nadando para alcanzarme, cerraba los ojos solo un momento y cuando los volvía a abrir, ya era verano de nuevo y el sol brillaba con fuerza, haciendo que las sombras se escondieran en las esquinas y debajo de lo muebles. El calor me reconfortaba, como si volviera a nacer. Sentía que aún me quedaba fuerza para seguir adelante, que ese año todo sería distinto. Que quizás ese año vendría alguien que me sustituiría, como yo fui sustituta antes y que por fin podría dormir y descansar al mismo tiempo. No solo cerrar los ojos para no perder la poca cordura, que los años de soledad habían dejado sin devorar, huesos de un cadáver que los buitres abandonaron. Pero con el paso del tiempo la esperanza muere y el sol parece no calentar lo suficiente, como si en mi interior siempre fuera invierno frío y húmedo. La melancolía y el dolor se cobran más espacio cada día; dos hijos consentidos a los que hay que alimentar cada vez más. Leer más