Mi Amor Prohibido
No debería escribir estas palabras. Tan solo el hecho de recordar lo que ocurrió debería estar prohibido. Pero no puedo evitarlo, porque quizás este sea el único modo de sacarte de mi cabeza y a la vez de mantenerte cerca. Encerrado entre estas líneas, siempre podré volver a verte, volver a saborearte, volver a sentir tus manos recorrerme entera y tu lengua abriéndose camino en mi sexo. Sé que no podemos estar juntos. Sé que, de hecho, no queremos estar juntos, que somos felices con las cosas tal como están; pero igualmente, sé que cuando estamos cerca se enciende la llama de algo que no se puede contener y que tampoco quiero contener. Por eso nunca te quedas a solas conmigo. Por eso me evitas cada vez que nos vemos en una fiesta. Sé que la amas, pero a mí me deseas tanto como yo te deseo a ti. Y ese día me lo demostraste.
Llovía. Veía las gotas resbalar por el cristal, acariciándolo con ternura; observaba como se unían al chocar, convirtiéndose en una sola. La llama de las velas, se reflejaban en cada una de ellas, haciendo que la ventana pareciera plagada de pepitas de oro. Tenía frío. Debería haber cogido la chaqueta; pero quería estar sexy. La casa olía a viejo y a cerrado. Las tablas crujían con cada soplo de viento y con cada movimiento que hacíamos. En algún lugar, se oía una gotera. Hacía ya un buen rato que nos habíamos separado del grupo. La culpa había sido mía, no debería haberme parado a descansar. Pero deseaba estar a solas contigo y por la forma en la que me mirabas, sabía que era un sentimiento mutuo. No me arrepentía. Y ahora, en aquel instante, estábamos encerrados en aquella casa vieja para guarecernos de la lluvia, que deseaba que fuera eterna. Tú estabas a mi lado fumando; Dios… me volvía loca verte fumar, ver como el humo ascendía bailando en el aire, igual que una bailarina en una barra. Mi camiseta estaba tan mojada, que se me pegaba a los pechos, ya que había decidido no llevar sujetador, en un arrebato de libertad femenina. En un arrebato, más bien, de que obligarte a mirar, de querer que no pudieras apartar la mirada de mí. Estaba mal; pero lo deseaba tanto que era como un fuego que me recorría entera, consumiéndome.