Carta a Mi Misma
La máscara que llevo puesta
La máscara que llevo puesta ahora es tan sólida, tan convincente, que empiezo a notar como se fusiona con mi propia piel. Ni yo misma puedo reconocerme en un espejo, me da miedo quitármela y ver el monstruo que hay debajo o quizá sea miedo a triunfar y caer. Y siento que si no me libro pronto de esta carga me romperé por siempre, perdida entre mi alma y el alma de la máscara.
Me siento tan bien cuando miro en mi interior y recuerdo quien soy y lo que puedo llegar a ser. Es normal tener miedo, pero no rendirse. Adoro mi trabajo y mi camino, el de mi alma, el que me hará estar completa. Y sé que cuando me quite esta máscara que he llevado puesta tanto tiempo, dolerá y tendré miedo. Puede que me arranque la piel y que no reconozca la persona que hay debajo. Puede que tenga que romperla, para no caer en la tentación de volver a llevarla. Puede que al hacerlo me corte con los trozos, pero será en mi sangre donde veré reflejada mi vida y la cicatriz que quede, será un recordatorio de lo que no puedo volver hacer. Y sonreiré con mi sonrisa y no con la de la máscara, solo para darme cuenta de que es lo más bonito del mundo. Pondré música y me daré un baño, encenderé un cigarrillo solo para ver su humo azul ascender jugando con las velas, para sentir su sucio olor llenarme los pulmones que tanto tiempo han permanecido puros; meteré la cabeza bajo el agua y abriré los ojos para sentir el picor, bajaré mis manos y tocándome sentiré placer, saldré del agua desnuda y limpiaré el espejo con mi mano, solo para ver mis ojos de verdad y mi sonrisa. Y puede que entonces, me sienta en paz y limpia. Prenderé fuego a mi alma y no me volveré a prohibir nada, para que de ese modo, a pesar de que mi piel envejezca, mi alma conserve la juventud. Y cuando muera la llama seguirá ardiendo, manteniendo mi cuerpo caliente por mucho tiempo y como un ave me elevaré para emprender un nuevo viaje, sin miedo, nunca más.