El Dragón de Cristal
Este dragón era fuerte y testarudo antes de morir y lo siguiendo siendo, aún después de su prematura muerte. Cuentan, que había un rey muy enamorado de una princesa de corazón negro y que cuando fue a pedir su mano, el padre de esta le puso una condición: debía traerle la sangre del Gran Dragón de La Torre, pues él creía, que solo su sangre podría curar la maldición de su hermosa hija. El rey estaba tan enamorado de su belleza, que partió de inmediato hacía La Torre: el último recuerdo de una gran fortaleza, que había caído a manos del Gran Dragón, quien ahora gobernaba como rey y señor de aquel lugar. Los aldeanos decían que, a pesar de ser un ser vengativo, razón por la cual había arrasado la fortaleza, era un rey bueno que cuidaba de ellos y no permitía que les faltase de nada. Pero al rey humano no le importaron las suplicas de los pobres ciudadanos, él deseaba casarse con la princesa y haría lo que fuese necesario. Cuando llegó a junto del Gran Dragón, este le miró con curiosidad y le preguntó qué era lo que deseaba.
-Tú muerte – gritó el rey humano.
-Y ¿por qué motivo? – Inquirió la criatura con su voz grave.
-Necesito tu sangre para curar a mi princesa y poder casarme con ella.
-Es un buen motivo. Pero no necesitas matarme para eso. Te daré de mi sangre con gusto, si me la pides. Aunque si sigues insistiendo en matarme, dejaré que lo intentes, solo una pregunta antes. Eres consciente de que si me matas, todos los aldeanos quedarán sin protección a merced de los bandidos, ¿no?
-Ellos no me importan. Pueden pudrirse. Solo me importa conseguir la mano de mi bella princesa y para ello necesito tu sangre. – Seguía gritando el orgulloso rey humano sin prestar atención a las palabras sabias del rey dragón.
-Bien, te daré de mi sangre. No es necesario batallar y que inocentes sufran.
-¡Calla asquerosa criatura! ¿Quién te ha dado derecho a llamarte rey? ¿Quién te ha dado el honor de poder dirigirme la palabra? ¿Qué clase de héroe, qué clase de rey verdadero sería yo, si aceptase tu sangre sin más? Te mataré y sacaré tu sangre de tu yugular o de tu corazón, fresca. Y con ella curaré el corazón negro de mi hermosa princesa y entonces ella tendrá el magnífico honor de ser mi reina.