El Experimento

Capítulo 1

Había sido un día largo. El sol se ponía y el cielo rojo se reflejaba en las tranquilas aguas del puerto. Las barcas pintadas con alegres colores verdes, azules y rojos, atravesados por desgastadas franjas blancas, descansaban mecidas por la corriente, después de una dura jornada de pesca. En el instituto había alboroto, las risas y los gritos corrían por los pasillos, subían y bajan las escaleras y saltaban por las ventanas abiertas, para volar libres aprovechando los últimos rayos de sol. Era el primer día de clases y tanto alumnos como profesores estaban deseando que acabase. Ella miraba por la ventana, abstraída del mundo que la rodeaba, del ruido y de la vida. Se hallaba sumida en su propio universo, con los cascos puestos escuchando música y fijándose en esos detalles insignificantes que nadie más veía. Como el brillo de los cigarrillos de sus profesores, como el humo que ascendía, como el sol reflejado en un cristal en el suelo. Le recordó a un doblón de oro que un pirata había perdido, después de una noche de borrachera. Un gato negro de penetrantes ojos verdes, la miraba desde un muro y ella se imaginó, que era una bruja tratando de comunicarse con ella; se vio a si misma convertirse en gato y abandonar el aula por la ventana, yéndose a cumplir con su destino lleno de aventuras y magia. Las historias cambiaban según cambiaba la música. Como si un muro de invisibilidad la rodease, nadie la avisó de que unos pasos avanzaban por el pasillo, seguidos por una ola el silencio que iba cerrando una a una, las puertas de las diferentes clases, hasta llegar a la suya. Nadie la avisó de que el profesor había entrado en el aula y que la miraba con la sonrisa de aquel que observa sin ser observado. Le puso una mano el hombro, pero ella no se sorprendió, ni se ruborizó, simplemente pidió perdón con una dulce sonrisa en sus labios pintados con carmín oscuro. Se bajó de la mesa y se sentó en la silla, pero siguió mirando por la ventana.

-Mi nombre es Merino y soy vuestro profesor de antropología. Veo que somos muy pocos este año, vamos a ver… ¿nueve y medio? –dijo mirando con sorna a la muchacha, pero ella le devolvió la mirada y la sonrisa –. Perdón, he contado mal, ¿somos diez entonces?

Ella no dijo nada, solo se le quedó mirando y sonriendo, para luego volver a mirar por la ventana. Sus oídos estaban presentes. Podía escuchar lo que se decía, pero dejaba claro que su profesor no podía pedirle que su mente y alma estuvieran encerradas allí. Y eso hizo que él se preguntase a dónde iría flotando, cuán lejos podía llegar y que era lo que sus ojos veían, que él no podía ver. Los cuchicheos eran más altos de lo que debería y ella podía oír claramente las burlas y los rumores sobre ella.

-¿Puedo hacerte una pregunta? – ella le miró sin hablar -. ¿Por qué escogiste esta asignatura?

-Me pareció la única interesante, la única que nunca he dado. Y ya que tengo que repasar todo lo que ya sé, al menos dar una asignatura que me cuente algo que no sé.

De nuevo los rumores. “Qué creída”, “¿quién se cree que es?”, “va por ahí como si fuera la reina del universo”… Pero de nuevo, no decían nada desconocido para ella.

-¿Crees que porque esté mirando por la ventana no puedo escuchar?

-No. Solo tenía curiosidad. ¿Cuál es tu nombre?

-Laura.

Capítulo 2

Laura estaba sentada sola en el aula, como todos los días desde hacía un mes. Su pelo se volvía blanco con los rayos de sol que se filtraban por la ventana abierta. Hacía un calor otoñal dulce y acogedor. Miraba los pájaros volar libres, escuchaba su canto alegre y se imaginaba la cantidad de historias que se contaban los unos a los otros. Ese era el último día de la primera parte del experimento. Al día siguiente podría ir a su clase normal, con su ropa normal. Tendría que llevar una peluca, pero no era algo que le molestase en gran medida. De hecho todo aquello le parecía muy divertido. Uno a uno empezaron a llegar sus compañeros, solo unos pocos la saludaron cordialmente, entre ellos un chico que era tan raro como ella, Luis Souto, ese era su nombre. Ella se limitó a sonreír, como hacía siempre, pero dentro de ella sabía que había encontrado a su oveja, al adepto que se creería cualquier cosa que la iglesia contase. Él sería quien empezaría todo, había algo que se lo decía. El perro, en cambio, aún no sabía quién era, tenía varias opciones, pero era algo que nunca se sabía hasta el final. Y así transcurrió otro día más de clases, el timbre sonó y todos recogieron sus cosas a la velocidad del rayo, antes de que pudiera parpadear, estaba sola en clase otra vez. Suspiró con alivio y sin ninguna prisa, empezó a guardar sus cosas.

-Hola – la voz de Merino la sobresaltó.

-¿Qué demonios haces aquí? Se supone que no puedo hablar con nadie vestida así, ¿recuerdas?

-Yo creo que ya eres suficientemente rara sin que tengas que esforzarte mucho más –a lo que ella le echó la lengua-. Además ya se han ido todos y hoy era tu último día como Marga. ¿Qué tal te ha ido? No podía esperar a tener la primicia.

-Ha sido divertido –dijo sin mostrar ninguna emoción, sin sonreír siquiera, era su forma de hacer rabiar a su profesor que la miraba con una amplia sonrisa debajo de su espesa barba. Sus ojos tomaban nota de cada ínfimo movimiento que ella hacía, psicoanalizándola, midiendo con cuidado cuál sería su siguiente respuesta-. Pero la verdad es que tengo ganas de pasar a la acción. Una parte de mí, piensa que esto es absurdo y que no conseguiremos nada, aparte de unas buenas risas.

-¿Pero?

-Pero, por otra parte, creo que es algo emocionante. Nunca había participado en un experimento social y es increíble que todos los profesores estén de acuerdo.

-La mayoría es por aburrimiento -. Ambos se echaron a reír.

-Bueno, supongo que es algo que averiguaré con el tiempo. Ahora que hemos llegado hasta aquí, sería una pena no ir hasta el final.

Él le hizo compañía mientras esperaba a que todos los alumnos se marchasen del instituto, luego la vio irse con una sonrisa que ella no supo interpretar.

Capítulo 3

Laura se  levantó ese día con un mal presentimiento. Hugo le había escrito la noche anterior un mensaje, diciéndole que ya tenía claro el plan. No se conocían mucho, pero había algo en él que hacía que ella desconfiase, lo veía en sus ojos y en su manera de hablar tan prepotente. Pero el experimento había empezado y era la emoción más grande que sus presentimientos. Se quedó un rato tirada en la cama mirando al techo. Por la ventana entraba la luz clara de la mañana, podía ver el cielo azul y las montañas a lo lejos, con todas las nubes acumuladas en su cima, como si alguien hubiera barrido el cielo y las hubiera depositado allí. Se levantó y miró los coches pasar y la gente ir y venir con las bolsas del mercado. La brisa mecía los sauces llorones de su jardín y la casa abandonada de enfrente parecía saludarla con entusiasmo. Había dos cuervos en su tejado, charlando; ella se quedó embobada más de una hora imaginando que se dirían.

Ya habían pasado casi dos meses desde el inicio del experimento. Las cosas iban más lentas de lo que a ella le gustaría, pero sabía que debía tener paciencia. A primera hora le tocaba antropología y estaba ansiosa por saber el plan de su compañero.

-¿Y qué has pensado?

-Bueno, la gente está inquieta. Van haciendo preguntas acerca de Laura y de Marga. Algunos, los que supongo que son los perros, están convencidos de que les estamos gastando una broma. Eso se carga nuestros planes, si los perros ladran, las ovejas obedecen, ¿no es así? –dijo mirando a Laura, quien se limitó a asentir -. De acuerdo, se me ha ocurrido incluir a nuestra Marga en la foto de antiguos alumnos que se va a exponer esta semana.

-No entiendo…

-Uno de los profesores me contó que, para conmemorar los cincuenta años de la creación del instituto, van a hacer una pequeña exposición con fotos de antiguos alumnos y profesores. Se me ha ocurrido, con permiso del director, colar una foto falsa de Marga, o sea, de ti. De esa forma los alumnos fliparán al verla.

-¿Y luego qué?

-Luego, entras tu Merino.

-¿Yo?

-Sí, tú colaboras en la exposición, si no me equivoco.

-Así es.

-Pues cuando te pregunten, dirás que Marga murió en este instituto tan solo un mes después de iniciar las clases y que nadie consiguió coger al culpable – su cara era de puro estasis, como si acabase de contar el gran descubrimiento del siglo y todos debieran levantarse y aplaudirle, como el genio que era-. Así pues, Merino será la Iglesia en este caso.

-¿Y si se dedican a buscar información en internet? ¿No crees que sospecharán al no encontrar nada?

-No tiene por qué, se supone que es algo que pasó hace muchos años y aparecería en la columna de sucesos del periódico local. Quiero decir, que no todo sale en Internet. Además siempre se puede colar un artículo falso en alguna parte. Al menos tengo un plan, ¿no? Se supone que esto debería estar a punto de terminar, que el experimento solo sería para este trimestre, si no lo conseguimos quedará claro que te equivocas y que no es tan fácil manipular a un grupo de personas racionales.

Capítulo 4

En el aula había alboroto. Todos los alumnos, incluso aquellos que no formaban parte de la asignatura de antropología, gritaban exaltados. Cundo Hugo y Laura entraron en la clase, todo el mundo rompió a reír y a aplaudir. Las ovejas y los perros. Hugo hizo un par de teatrales reverencias y ella se limitó a sonreír y a sentarse en su sitio, antes de que la profesora de lengua llegase. Llevaba todo el día con aquel nudo en el estómago, ese mal presentimiento con el que se había levantado, no la dejaba sola en ningún momento.

-Por dios, no seas sosa. Vamos, celebremos nuestro éxito. A fin de cuentas, tenías razón, ¿no estás contenta?

-Primero, no vendas la piel del oso antes de haberlo cazado. Tan solo hemos sembrado la duda, nada más. De ahí, a que de verdad hayamos conseguido convencer, a toda una clase de seres racionales, de la existencia de fantasma, hay un trecho muy largo Hugo. Y segundo, no soy sosa, solo me gusta estar a mi rollo. No sé qué mierdas tiene eso de malo.

-Nada mujer, que carácter. ¿Qué es lo que te ocurre? Te noto rara, más de lo normal.

-Pues… ¿Y si hemos hecho mal? Quiero decir… la verdad es que no sé lo que quiero decir. Tengo un mal presentimiento, eso es todo. Puede parecer una gilipollez, pero es un sentimiento constante que no me abandona.

-¿Qué clase de mal presentimiento?

-No lo sé. Solo una mala sensación en el cuerpo.

Hugo se quedó mirándola sin comprender exactamente a que se podía estar refiriendo su compañera. Ella volvió a mirar por la ventana pensativa y él no supo que decirle para tranquilizarla. Un minuto después la puerta del aula se cerraba y la profesora comenzaba su lección.

-Tienes que volver a aparecerte. Debes hacerlo. Tienen que ver a Marga otra vez o esto morirá.

-No sé si eso se puede considerar trampas.

-No. Tú dijiste que una vez que el mendigo lanzaba la piedra y las aguas se agitaban, luego debían pasar algunas cosas para que la gente quemase a una mujer inocente en la hoguera. Que alguien muera o que una cosecha se pudra no es motivo suficiente, se necesitan “pruebas”. Si tú te les apareces a alguno de ellos y les das un mensaje o algo así, la llama volverá a avivarse y podremos concluir con éxito el experimento.

Tamar Sandoval