La Llamada

Hoy podría parecer un día normal, mi madre da vueltas por la casa buscando las llaves del coche como cada mañana y yo me bebo un zumo medio adormilada. Pero lo cierto es que hoy es un día muy especial para mí. Hoy mi madre se marcha todo el fin de semana fuera, por lo que yo Tamy Martínez, tengo la casa para mi sola. Casi con lágrimas en los ojos, me da un ciento de besos, consejos y el listín telefónico del todo el pueblo y de parte del de más allá. Yo trato de meterle prisa y cuando por fin la veo irse en su Corvette negro azabache levantando una nube de polvo, casi no me lo creo. Me doy la vuelta y miro nuestra casa de madera rodeada de un espeso jardín, sonrío. “Por fin sola”

Lo primero que hago es ponerme los patines e ir a ver a mi amiga Sara, voy a pasar el fin de semana con ella. Veremos películas y nos hincharemos a palomitas, pizza y refrescos. Me encuentro con ella a medio camino, está sentada debajo de un árbol leyendo un libro. Levanta la vista al oírme llamarla.

-¿Ya se ha ido?

-Sí – dije casi sin resuello – pero con lo tarde que ha salido igual pierde el avión y vuelve.

-Jajajaja. No me extrañaría que de hecho lo haga a propósito. Con lo protectora que es contigo…

-Bueno… La verdad… Es que ahora tiene motivos para estar paranoica.

-¿Qué quieres decir? – dijo cerrando su libro y mirándome fijamente.

-Hemos estado recibiendo unas llamadas muy raras. Yo al principio creí que eran bromas, pero mi madre se ponía muy nerviosa cada vez que recibíamos una. Casi parece una muerta de lo pálida que se pone.

-Has dicho al principio… ¿Es que ya no crees que sean bromas? ¿No te estarás volviendo paranoica como ella, verdad?

-Tengo mis motivos. Primero lo espeluznantes que son las llamas. Siempre se oye una música retorcida, como salida de una feria de otra época. No me mires así, es la verdad. Suena como grabada con un gramófono de esos de las películas y luego una voz de muñeca empieza a decir cosas raras.

-¿Una voz de muñeca?

-Sí, como esas que teníamos de niñas que lloraban o decían “mamá”. Ya sabes, las que tenían un disco grabado y si se quedaban sin pilas daban muchísimo miedo.

-Pues sí que suena espeluznante. Pero puede ser una broma currada. Muy currada, vale, pero una broma a fin de cuentas.

-Ya. Yo también pensé eso y hasta creí que eran graciosas y originales. Pero mi madre no estaba de acuerdo, así que cambió de número de teléfono y hasta de aparato…

-Tu madre siempre tan exagerada.

-De nuevo, estaba de acuerdo contigo. Me pareció una exageración y parte de sus paranoias. Pero entonces una noche, a la madrugada, a la misma hora de siempre, él teléfono volvió a sonar. Y de nuevo la misma música retorcida y la misma voz grabada de muñeca diciendo cosas raras.

-¿Qué clase de cosas? Quiero decir, ¿cosas típicas de muñeca, como “mamá” o “tengo popó”? – dijo con una sonrisa mal disimulada. Era obvio que no se acababa de creer nada de lo que le había contado.

Tamar Sandoval