Es Mi Primera Vez

La pantalla del móvil se iluminó, mostrando el mensaje.

-Ya tengo ganas de que sean las cinco para verte por fin.

-Yo estoy igual. ¿Sabrás llegar?

-Sí. Sin problema. Conozco la casa. He pasado por ahí un millón de veces.

“Lo sé”, pensó él relamiéndose los labios y tecleo con rapidez.

-Es increíble que estando tan cerca el uno del otro nunca nos hayamos cruzado. Si no llega a ser por internet…

-Jajajaja. Sí, tienes razón. Bueno, voy a prepararme. Nos vemos a las cinco.

-¿Prepararte?

-Sí. Quiero estar guapa para ti. – Escribió poniendo una carita sonrojada detrás. – Nos vemos después. Un beso.

-Tú no necesitas prepararte, siempre estás muy guapa. Me muero de ganas de besarte. Hasta las cinco preciosa. Un beso.

Ella respondió con una carita sonrojada y un beso. “Qué dulce”, pensó él mientras preparaba todo.

-Va a ser una tarde genial – dijo en alto con una sonrisa de oreja a oreja.

Puso algo de música. Ya había limpiado la casa y puesto velas aromáticas. Había colocado una manta en el suelo y debajo un plástico grueso. No quería manchar la alfombra de su abuela, era muy cara. Revisó con esmero sus herramientas, cuidadosamente ocultas debajo de los cojines del sillón: tenía cinta adhesiva, cloroformo, cuerdas suaves para no dejar muchas marcas, consoladores de diversos tamaños, algunos caseros de su propia invención y por supuesto, su colección de cuchillos, perfectos para hacer cortes limpios con mucha precisión.

Suspiró excitado. Su pene se puso erecto enseguida solo de imaginar todo lo que iba a hacer con ella. La hora se acercaba. Se dio una ducha de agua fría para relajarse, pero cada vez que miraba el reloj, su pene latía con agresividad. Le costaba decidir si quería torturarla, matarla y luego violarla o violarla, torturarla y luego matarla. O quizá no matarla y tenerla con él más tiempo, pero eso solo si era buena. Decidió masturbarse. Lo hizo con violencia. Jadeando. Lamía la pared de la ducha pensado en sus pechos, en sus labios, en sus lágrimas saladas y su respiración agitada. Eyaculó gritando su nombre y sintió una paz momentánea, como una calma bella y silenciosa en medio del huracán. Lo tenía claro. Primero la violaría y después ya vería lo que hacía. Salió de la ducha y se enrolló una toalla. Las gotas frías se evaporaban al contacto de su cuerpo caliente. Se puso guapo. Se echó colonia. Preparó unos gin-tonics y algo para picar. El corazón casi se le para cuando el timbre sonó. Se había adelantado. Le gustaba. Quería decir que estaba impaciente. Abrió con una galante sonrisa.

-Estás muy guapa. Pasa por favor.

-Tú también estás muy guapo – dijo ella con la voz temblorosa. Era joven. Bastante más que él. Llevaba puesta una faldita de cuadros muy corta, sandalias de tacón de aguja y una camiseta apretada con escote. No llevaba sujetador. Los pezones se le marcaron al pasar por delante del ventilador.

-Siéntate, por favor. Aquí… Conmigo. – Casi no podía controlarse, quería arráncale la ropa, atarla y violarla. Se la quedaría. No iba a matarla. Le gustaba demasiado.

-Estoy un poco nerviosa por esto… Yo no suelo hacer estas cosas… – dijo temblando mientras se sentaba a su lado en el sofá. Estaba nerviosa de verdad, apoyó el bolso en sus piernas y lo sujetó con fuerza.

-Yo también estoy nervioso, te lo puedo asegurar.

-No tanto como yo – dijo ella con una voz dulce y sensual, mirándole a los ojos con pasión – te lo puedo asegurar, esta es mi primera vez.

Eso hizo que se le pusiera dura de golpe. No pudo controlarlo. Ya no podía más, la quería para él. Metió la mano en el resquicio del sofá para sacar su cuchillo favorito, le sudaban las manos y sentía como su miembro latía mientras se imaginaba todo lo que iba a hacer. Pero no llegó a cogerlo. Ella se sentó encima de él y le colocó la hoja brillante y afilada de un cuchillo en la garganta. La apretaba contra su piel con fuerza. Jadeaba y sus pechos se movían.

-Me gusta lo que noto. Te mentí. Sí que sabía quién eras, he pasado por aquí cientos de veces apropósito, solo para verte. Llevo meses pensado en la idea de matarte. Preguntándome hasta qué punto una chica puede violar a un hombre. Perdóname si no lo hago bien. Como ya te he dicho, estoy nerviosa. Esta es mi primera vez.

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Tamar Sandoval