La Trampa

Llegué del trabajo y dije en alto: “¡hola amor! Voy a darme una ducha, ¿vale? ¿Dónde estás?” Y una voz dulce me respondió: “en el baño”. Cuando abrí la puerta del aseo, me encontré con el cadáver de mi esposa en la bañera, con las venas abiertas y cubierta de sangre. No pude evitar gritar de horror y entonces, una voz de mujer dijo detrás de mí: “cariño, ¿estás bien? ¿Qué te pasa?” Allí, en la cocina, estaba mi mujer, mirándome con preocupación. Sin acabar de comprender muy bien la situación, miré a la bañera, donde un ser asqueroso me miraba de vuelta sonriendo y en sus ojos podía leer: “está vez te has librado”.

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Tamar Sandoval