Zafiro y Rubí
-Rubí ¿Rubí dónde estás?
-¡Aquí fuera mamá!
-Están a punto de llegar la tía Mari y su hija, ve a comprobar que esté todo bien colocado y arréglate un poco que pareces una criada en vez de mi hija.
-No entiendo porque tenemos que compartir la casa con esa señora y su estúpida hija, ni porque tengo que ponerme guapa, ni porque la estúpida hija de la estúpida señora tiene que dormir conmigo.
-Rubí, haz favor, son la familia de tu padre y solo serán unos días.
-Ya, menuda excusa, no tendrán dinero suficiente para comprarse otra casa que tienen que venir a gorronear a la nuestra.
-¡Rubí!
-¡Que! Solo digo la verdad.
-Y tienes toda la razón-dijo mi padre que acababa de salir por la puerta– pero tenemos que ser amables ¿vale? Hazlo por mí, ¿vale mi princesa?– me dijo con infinita ternura y me bajó del árbol en el que estaba subida leyendo.
-¿Y es necesario que me ponga de vestido? ¿No puedo estar de pantalones?
-Son gente de clase alta cielo, entiéndelo, tenemos que hacer que se sientan cómodas, entiende que las jovencitas de 15 años no se visten de pantalones.
-Pero tú me dejas y me quedan bien, tú me has dicho más de una vez que estoy muy guapa y…
-Y lo estás– me dijo tapándome la boca con un dedo, pero entiéndelo mi princesa, son las normas de la sociedad. Por favor, solo serán unos días mientras mi hermano está de viaje -entonces puso cara de niño bueno que no ha roto un plato en la vida, lo cual me hizo sonreír.
-Vale, pero quita esa cara que no me das pena ninguna.
-A sus órdenes mi capitana- me cogió en el aire y se puso a hacerme cosquillas.
-Venga, ve a vestirte, si no a tu madre le dará uno de sus mareos.
Los dos nos echamos a reír, en cuanto me bajó al suelo fui corriendo a mi cuarto a vestirme. De ahí a una hora llegaron las inquilinas.
Mi nombre es Rubí y esta es la historia de un amor imposible para la época, pero que durará toda la eternidad.
1
-Bienvenidas! Estás estupenda cuñada- dijo mi padre en un tono muy cordial.
Jack, mi padre, es un hombre enorme y muy alto. A pesar de su aspecto imponente, es un hombre muy cariñoso y amable, pero cuando se enfada es mejor no estar cerca. Fue marinero durante muchos años y eso le marcó mucho, tanto en su cuerpo, como en su carácter. Es muy guapo con unos ojos azules muy oscuros y el pelo liso y rubio.
-¡Vaya! me encanta tu vestido Marí.-
Mi madre, Candice, es una mujer tremendamente guapa, con el pelo negro como el carbón y ligeramente ondulado, ojos verdes oscuros y muy expresivos, una boca pequeña pero con unos labios carnosos y un pequeño lunar en la nariz. No es muy alta pero tampoco es baja. Era actriz en el teatro, pero lo dejó cuando se enamoró de mi padre y además, según ella, estaba harta de aquella vida. Es una mujer muy polifacética, que no para quieta ni un segundo, se porta muy bien conmigo aunque, se tiende a enfadar más a menudo que mi padre por la cantidad de picardías que hago.
-Muchas gracias Candice, es la última moda en París. Os traje unos regalos… ¡Vaya! qué guapa estás Rubí, hay que ver cómo has crecido.
-Muchas gracias señora, es un placer conocerla- dije haciendo una reverencia.
-Por favor, llámame Marí, o tía, lo que te guste más, dejemos los formalismos aparte, que somos familia. Aunque no te acuerdes de mí.
-De acuerdo así lo haré.
-De quien seguro que no te acuerdas es de tu prima Zafiro, nació una semana después que tú y no os veis desde que erais niñas ya que viaja mucho con su padre y conmigo.
Zafiro era una chica preciosa, con unos ojos ni muy claros ni muy oscuros pero tremendamente brillantes, una nariz pequeña y unos labios carnosos, de mi estatura más o menos, con unos pechos voluptuosos que era difícil no mirar. Su pelo era liso con tirabuzones al final que se movían al compás de sus movimientos y de sus pechos. Me quedé embobada mirándola durante un segundo que pareció eterno, como si el tiempo se parara, como si solo estuviéramos en el mundo ella y yo.
-¡Rubí!
-Eh… ¡Qué! Lo siento estaba pensando en… Una cosa que se me olvidó hacer… Yo… Tengo que subir… Un placer Zafiro. Tía. Si me disculpan.
Me marché corriendo y no paré hasta que llegar a mi cuarto, cerré la puerta y me senté en el tocador, estaba completamente colorada – ¿qué me pasa? – me pregunté a mi misma. No lo entendía, nunca me había pasado algo así con ninguna mujer. Me volví a mirar, aún seguía colorada y las mejillas me ardían cada vez más. El corazón me latía fuerte, golpeando contra mi pecho. Entonces noté entre mis piernas una excitación que no había notado antes, estaba completamente empapada. ¿Qué me estaba pasando?
Alguien llamó a la puerta, lo que me sobresaltó, “perdón Rubí… ¿Puedo pasar a dejar mis cosas?”, dijo tímidamente Zafiro desde el pasillo. “Que voz tan dulce”, sentí como las mejillas me volvían a arder, pero esta vez con mucha más intensidad.
-¿Rubí?
-Sí… Claro, pasa. Discúlpame es que estoy en mi mundo – le dije con una sonrisa, deseando que no se diera cuenta de lo sonrojada que estaba, no quería mirarla, pero me fue imposible resistirme. Al levantar la mirada pude apreciar que ella estaba tan roja como yo. “¿Sentirá lo mismo que yo?”, pensé para mí, “No, eso es una tontería, ni siquiera sé lo que yo siento. Será el calor que hacer o vendrá sofocada del viaje”. Zafiro cerró la puerta y se acostó en la cama. “Ves, solo está agotada. Tengo que conseguir tranquilizarme o pensará que estoy loca.”
-¡Qué bien! El viaje me ha dejado exhausta.
-Es normal vivís muy lejos de aquí ¿no?
-No mucho, lo que pasa es que el camino estaba lleno de piedras y era imposible dormir con tanto salto. Mi madre se mareó más de una vez y tuvimos que hacer varias paradas por eso nos retrasamos. ¿Oye dónde puedo dejar las cosas? – dijo incorporándose.
-Te hice un hueco en el guardarropa y también en la cómoda – se levantó y empezó a guardar sus cosas – así que… ¿Viajas mucho?
-Sí, con mis padres. Por el negocio de mi padre. Hemos estado en casi todo el mundo.
-Deber ser muy divertido ¿no?
-Bueno, sí, pero…
-¿Qué?
-Siempre estoy sola…no tengo amigas de mi edad. Estamos unos meses aquí, otros allá… No sé. Me gustaría quedarme en algún sitio durante una temporada larga y hacer amigas… – Alguien llamó a la puerta.
-Niñas está la comida. No tardéis en bajar – dijo mi madre con una sonrisa.
-De acuerdo, en seguida vamos.
-Tu madre es preciosa. Te pareces mucho a ella- me sonrojé de nuevo y me quedé callada un instante sin saber que decir.
-Muchas gracias, tu madre también es una mujer muy atractiva y tú… Lo eres aún más Zafiro – me tembló la voz y no sabía por qué. Nunca me había sentido atraída por nadie, podía ver que había chicos y chicas muy guapos y guapas, pero nunca había sentido nada parecido. “Tengo que tranquilizarme. Solo es que la acabo de conocer y aún no estoy acostumbrada, pero no es nada más, solo estará aquí unos días y luego se ira y no la volveré a ver”. Decirme a mí misma esas palabras me tranquilizó bastante. Tenía razón solo eran nervios, nada más. Debía de dejar de darle vueltas.
-Vamos a comer que me muero de hambre, ya terminaré después de arreglar mis cosas.
-Si vamos.
El resto del día fue bien. Lo pasamos con nuestras madres dando un paseo por el pueblo, para que ellas lo pudieran conocer. Había conseguido tranquilizarme y olvidarme de todo hasta la noche, cuando recordé que tenía que dormir con ella.
2
-Hace un calor terrible, ¿me puedo bañar?
-Si claro. Como si estuvieras en tu casa. Espera que caliento un poco de agua.
-No Candice, no te molestes. Me apetece un baño de agua fría para quitarme este calor del cuerpo.
-Como veas.
Yo estaba en mi cuarto peinándome, mentalizándome para dormir. Tratando de ignorar todas esas sensaciones que tenía en mi cuerpo y todas esas imágenes que se me metían en mi cabeza. Cuando ella entró sin hacer ruido, como un suspiro que en vez de apagar la llama solo la avivó más.
-Que bien me ha sentado ese baño, estaba muerta de calor – llevaba el pelo suelto y un camisón blanco que a la luz de las velas se le transparentaba, por lo que podía ver su cuerpo desnudo, la brisa que provenía de la ventana abierta meció sus cabellos y un escalofrío la recorrió entera endureciendo sus pezones. No podía dejar de mirarla, estaba tan bella con aquella luz tenue que parecía bañarla de oro. Pude sentir de nuevo ese deseo y esa excitación, solo que ahora más fuerte. “¿Me estoy volviendo loca?”
-Me voy a acostar que estoy rendida ¿te parece bien?
-Si claro, yo iré dentro de un instante, cuando termine de cepillarme el pelo.
-Tienes un pelo precioso, visto desde aquí parece fuego – me dijo con una sonrisa,” Dios que guapa es”
-Gracias, tengo mitad de mi madre y mitad de mi padre, aunque seguro que se me oscurece como el de mi madre. Pero tu pelo también es espectacular, tan liso pero con esos bucles al final que se mueven cuando caminas… -me sonroje, no quería decir eso, “ahora se dará cuenta de que la miro y…”
-Gracias, me halagas muchísimo.- Dijo sin dejar de sonreír – Espero que descanses, hasta mañana.
-Lo mismo digo, que duermas bien.
Pero esa noche no pude dormir, ni si quiera pude meterme en la cama. Al alba salí a pasear hasta el lago de la casa. A pesar de que aún no había salido del todo el sol, ya hacía calor y yo necesitaba despejarme. Así que me desnudé y me metí en el agua. Estaba fría, pero era agradable porque hacia contraste con el calor que los primeros rayos de sol traían. Sentí como mis pezones se ponían duros y juguetee con ellos mientras recordaba la figura de Zafiro a la luz de las velas, su cuerpo desnudo, sus pechos grandes y jugosos y sus labios carnosos que invitaban a besarlos. De repente escuché un ruido que me sacó de mis pensamientos.
-¿Hay alguien ahí?
-Sí, hola. Lo siento Rubí, no quería molestarte, pero me despertó el ruido de la puerta y no pude evitar seguirte. Lo siento de veras – dijo Zafiro visiblemente ruborizada.
-No te preocupes, ¿te apetece bañarte? El agua está buena.
-Sí, porque no.
La observe con deseo mientras se quitaba el camisón y vi como sus pezones se endurecían con el contacto del agua fría. Se acercó a mí y sentí por primera vez su piel suave como el melocotón. Sus ojos brillantes y sus labios mojados solo me llenaron aún más de deseo. Pensaba en cuanto quería besarla, pero no me atrevía, no sabía cómo iba a reaccionar y no quería que se apartara de mi lado, era un sufrimiento placentero. Ella no apartaba sus ojos de los míos, como si quisiera saber que era lo que pasaba por mi cabeza. Eso me ponía nerviosa, de alguna forma tenía miedo a que pudiera leer mi mente. De golpe, me abrazó y sentí sus pechos contra los míos.
-Gracias por todo.
-¿A… A qué te refieres?
-A que me dejas estar contigo, eres la primera amiga que tengo en mucho tiempo.
-Yo… De… De nada – intente sonreír, pero la tenía tan cerca, tenía tan cerca sus labios… Su mirada me hipnotizaba. Se mordió el labio. Cada vez me costaba más no besarla. Notaba sus pechos, sus pezones duros tocar los míos, sus piernas enredadas en las mías… Toda ella me rozaba suavemente al nada para mantenerse a flote. El agua estaba fría, pero yo estaba ardiendo. No podía soportarlo más, así que la separe de mi e intentando no ser muy brusca le dije – te… Tenemos que ir a casa a almorzar. Si no se preguntarán dónde estamos.
-Sí, supongo que tienes razón – me dijo con una sonrisa triste. -Vamos.
Ese día no nos miramos y a la noche no hablamos, solo hicimos que dormíamos.
3
Al día siguiente había una fiesta de tarde en la casa de nuestros vecinos. Ya llevaba planeada desde hacía meses, pero cuando se enteraron de que mi tía Marí, una de las mujeres más ricas y poderosas de la región, estaba aquí de vista, engalanaron hasta las margaritas del jardín y por supuesto invitaron a todo el mundo, a los conocían y a los que no conocían también. La casa de los vecinos era más grande que la nuestra, con un inmenso salón de baile que ocupaba casi toda la parte de abajo. Sus hijos siempre estaban gastando bromas a todo el mundo, menos a mi padre, quien era tan niño como ellos y se las devolvía. Su segundo hobby era seducir a todas las chicas que pudieran, lo cual me incluía a mí y a la recién llegada.
Zafiro me agarró del brazo y me llevó a una esquina antes de entrar en la casa y me dijo – por favor, puede que no te caiga muy bien, pero no me dejes sola. Soy muy tímida. Contigo es distinto, no sé por qué, – me dijo mirando al suelo – es que contigo… Yo siento algo… Distinto.
-¿A qué te refieres? – se ruborizó
-A…. Yo… Déjalo… Son tonterías mías…. Vamos a entrar que se estarán preguntado dónde estamos – le temblaba la voz y no era capaz de mirarme a los ojos, me agarró fuerte la mano y tiró de mi hacia dentro de la casa.
-¡No espera! Por favor – la sujeté fuerte – ven conmigo.
La llevé al jardín de atrás donde podíamos estar solas sin que nadie nos interrumpiera.
–Por favor cuéntame a que te refieres con que sientes algo distinto conmigo.
-A que… No puedo – se dio la vuelta – me da vergüenza y además creerás que estoy loca…
-Te prometo que eso no será así, a mi me puedes contar lo que quieras.
-¿De verdad?
-Sí, te lo prometo.
Entonces se giró, se acercó a mí, olía a rosas silvestres y me embriagaba, me miró a los ojos y dijo – te quiero – y se volvió a morder el labio, ya no aguantaba más – y yo a ti – nos fundimos en un beso que pareció eterno, cuando sus labios se separaron de los míos la agarré con fuerza por la cintura y la seguí besando. Me paró – aquí no. Nos pueden ver. Además nos estarán buscando, cuando lleguemos a casa. Te quiero – y me volvió a besar, dios que dulces sabían sus labios.
4
Al día en la fiesta se me hizo eterno, pero fui feliz como no lo había sido en muchos años. Pasé la tarde con ella, no me aparté ni un segundo de su lado, me encantaba oírla reír y hablar. En el baile, ver como se movían sus tirabuzones y sus pechos al mismo compás, me tenía hipnotizada, era tan preciosa. Así nos pasamos toda la velada, cogidas de la mano y a miradas furtivas que ambas sabíamos lo que significaban. Cuando llegamos a casa ya pasaba de la madrugada, todos estaban cansados, menos nosotras que sabíamos que esa noche aún no había terminado.
Al cerrar la puerta del cuarto el corazón me latía con fuerza y las piernas me temblaban. Estaba nerviosa, no era capaz de girarme y encontrarme con esos ojos brillantes como dos brasas ardientes de pasión que me volvían completamente loca, o con aquellos labios de los que brotaba ambrosia, néctar de dioses que otorgaba la felicidad eterna en un solo instante. Unas cálidas manos me sacaron de mis pensamientos, desatándome el camisón que cayó al suelo dejándome a su merced, ahora era el ovillo en manos del gato, y para nada me importaba.
Me abrazó y pude sentir su aterciopelada piel contra la mía, me acarició los pechos, luego la barriga y llegó a mis piernas, me acarició suavemente y luego haciendo un poco más de fuerza –estás mojada – me susurró al oído y acto seguido me metió un dedo y luego dos. Yo gemí. Sentía una explosión de sensaciones entre mis piernas como nunca antes había sentido, entonces me agarró con fuerza uno de mis pechos mientras me mordía el otro, volví a gemir esta vez con más fuerza. Nos tumbamos en la cama y miré sus pechos grandes y redondos, como dos frutas maduras dispuestas para ser devoradas, “la fruta prohibida”, pensé para mí. Y no hay nada en este mundo que excite más que lo prohibido. Las cogí entre mis manos y las lamí, mordí y chupé sus pezones hasta ponerlos duros, sintiendo como ella se retorcía de placer y me pedía que no parara. Con mi lengua me deslice por su piel intentando memorizar hasta el último recoveco. Sentí como me arañaba, sin duda era un ovillo de lana para esa gatita que me volvía loca con cada movimiento, con cada palabra, con cada sonrisa, con cada mirada que en mi clavaba. Seguí deslizándome hasta llegar al medio de sus piernas, la lamí y le metí la lengua, una y otra vez mientras escuchaba como gritaba de placer. Una fuerza incontenible me recorrió entera cuando sentí brotar de sus labios inferiores la miel más dulce que jamás había probado, una fuerza que me obligaba a tocarme mientras seguía lamiendo aquel panal de miel y ella gemía, me arañaba y me tiraba de pelo, dándome un placer con el que jamás había soñado. Así estuvimos hasta que perdimos la noción del tiempo y quedamos exhaustas. Poco a poco nos dormimos acurrucadas escuchando la nana de nuestros corazones latiendo al mismo compás.
A la mañana cuando me desperté, ella estaba en la ventana, los primeros rayos de sol incidían en sus tirabuzones haciendo reflejos dorados como el oro puro.
-¿Sabes una cosa?
-¿Qué?
-Eres mi chispita – me miró extrañada.
-¿Y eso por qué?
-Porque eres tan fogosa como las chispas que saltan de la madera cuando arde – me sonrío. – ¿Qué te ocurre?
-Que hoy después de almorzar me tendré que marchar a algún lugar extraño y vacío. Y tú no estarás y a saber cuándo te vuelvo a ver y me marchitaré sin ti. Si soy una chispa es porque tú me enciendes, si tú no estás… Me apagaré.
-Pues no te vayas
-¿Qué? – Me miró con sorpresa – ¿Cómo que no me vaya? ¿Y qué hago?
-Quédate aquí conmigo, a mi familia no le importará.
-Pero a la mía sí.
-Pues entonces fuguémonos.
-¿Estás loca? ¿A dónde?
-No lo sé, lo único que sé es que te necesito y que no puedo permitir que te vayas.
-Te quiero.
-Y yo a ti.
Ambas conteníamos las lagrimas, me levante de la cama y me acerque a ella,- ya verás cómo todo se arregla – y la besé con ternura, pero en ese instante entró mi madre – chicas ya está… ¡Ah!
5
-¡Mamá!
-¡Candice!
-¡Espera por favor deja que te lo expliquemos!
-No hace falta, está muy claro lo que pasa.
-Mamá por favor, nosotras…
Mi madre cerró la puerta tras sí, se sentó en la cama y nos pidió que nos sentáramos cada a un lado.
-Mamá, no te enfades, yo… Lo siento.
-No lo sientas.
-¿Qué?
-Cuando yo tenía tu edad me enamoré de una chica y ella me correspondió, pero por miedo a lo que los demás fueran a decir la dejé. Estos tiempos no están hechos para estas modernidades y si la gente se enterara iríais derechas a la hoguera por brujas y amigas de Satán. Pero no podéis permitir que eso arruine lo que sentís, sois libres y lo que sentís la una por la otra jamás os lo podrán quitar.
No me podía creer lo que mi madre estaba diciendo, ella sabía y entendía a la perfección lo que sentía.
-¡Qué más da! Hoy me voy y a saber cuándo vuelvo.
-Dime Zafiro, ¿amas a mi hija?
-Si señora, como nunca había amado.
-Pues entonces no seas tan estúpida como fui yo, lucha.
-Pero usted misma lo ha dicho, si alguien se entera será nuestro funeral.
-Por eso nadie debe enterarse, lo que vamos a hacer va a ser lo siguiente.
El plan maestro de mi madre fue digno del mejor estratega. Era el siguiente: Zafiro y yo iríamos a dar un paseo en caballo y ella se “caería” y con la conmoción tendría que permanecer por lo menos un día en cama, lo que le daría tiempo suficiente a mi madre para convencer a Marí de que, quizá, lo más “saludable para una jovencita de su edad”, era dejar que Zafiro se quedara un temporada con nosotros para poder hacer amigos y descansar de tanto viaje.
6
-¡Hay mi niña! ¿Estás bien?
-Si mamá, solo me duele un poco la cabeza.
-¿Qué es lo que ha pasado Rubí?
-El caballo se asustó y la tiró al suelo.
-Marí lo mejor será que partáis mañana y dejemos hoy que la niña descanse, no es bueno con un golpe en la cabeza ponerse a viajar ¿no crees?
-Si claro.
-Ya la acompaño yo a la habitación. Tomate una tila tía que bastante es que ella esté mal para que lo estés tú también.
-Si tienes razón, hay dios que susto, pensé que moría.
-No seas exagerada, la niña está bien. Y… Hablando de la niña.
-¿Qué?
-¿Sabes una cosa? Le hemos estado dando vueltas mi marido y yo y… ¿Por qué no dejas que Zafiro se quede aquí una temporada?
-¿Qué? ¿Por qué?
-Verás. La niña tiene 15 años, necesita tener amigas de su edad.
-¿Me vas a decir como tengo que criar a mi hija?
-No, claro que no. Se de sobra que eres una muy buena madre y que los viajes a los que la lleváis la enriquecen y la convertirán en un dama muy bien instruida. Solo que…Zafiro y Rubí han congeniado muy bien y sería cruel separarlas ahora, Rubí tampoco tiene muchas amigas y solo digo que podría venirle bien descansar de tantos viajes y tener una temporada tranquila.
-¡Me da igual! Mi hija se vine conmigo, si quiere tener amigas de su edad que se junte con las de su clase, no con las de clase inferior – Marí se levantó enfurecida.
-¿A dónde vas?
-Me la llevo ahora mismo.
-Pero no está en condiciones de viajar.
-Lo está si yo digo que lo está.
-Pero Marí…
Marí abrió la puerta de golpe y arrastró a Zafiro escaleras abajo.
-¡Rubí!
-¡Zafiro!
-Suéltame me haces daño, ¡Rubí!
-¡Déjala, Zafiro no! ¡Zafiro!
-¿Que es todo este alboroto?
-¡Papá! – Gritó Zafiro zafándose de su madre. – Papá – dijo entre lágrimas
-¿Qué ocurre? – dijo mi padre que entró detrás de John, su hermano.
-¿Se puede saber por qué lloras mi reina? Y ¿por qué tu tirabas de ella de esa manera Marí?
-Porque quiere quedarse aquí, con los de baja clase y yo…
-No te permito que hables así de mi hermano, ni de su familia que te han acogido en su casa muy generosamente mientras yo estaba de viaje
-Pero…
-Pero nada –dijo muy seriamente- dime princesa, ¿es verdad que quieres quedarte aquí con ella?
-Si papá.
-Y ¿te das cuenta que ellos no te podrán dar todo los lujos que nosotros te damos no?
-Si lo sé, pero me da igual.
-Pues sabes creo que es muy buena idea que te quedes.
-¿A sí? Y ¿por qué? Si es que se puede saber- dijo Marí visiblemente acalorada.
-Porque necesita amigas de su edad, ir a fiestas, conocer gente y divertirse. Aquí podrá hacerlo, sin necesidad de perderlos a los dos días. Además tu apenas le haces caso, se pasa los días sola y veo como eso le afecta. De aquí a una parte cada día está más callada y más retraída. Yo no quiero que mis negocios influyan en la felicidad de mi hija. Así que no se hable más, cariño te quedas aquí, mandaré a alguien a por tus cosas a casa. Cuando quieras volver con nosotros a viajar por el mundo nos avisas
-Sí. Muchas gracias padre.
Y así Zafiro y yo estuvimos juntas, sus padres venían en navidades y otras fiestas y pasaban aquí unos días con Zafiro. Mi padre nunca sospecho nada y madre siempre nos buscaba ocasiones para que pudiéramos estar juntas a solas, hasta le dijo a mi padre que porque no construían una pequeña casita en el lago para nosotras. No puedo decir que siempre fuimos felices, porque no siempre fue fácil ocultar lo que sentíamos la una por la otra, pero a pesar de eso, a pesar de que estaba prohibido y de que nuestras vidas corrían peligro, fue, es y será un amor eterno, porque, como dijo una sabia mujer, jamás podrán quitarnos lo que sentimos la una por la otra.